DASAYUNO CON DIAMANTES

Cioran: «inútil intentar asirme a los segundos. Los segundos se escapan: no hay uno que no me sea hostil»

Ayer llegó dios y se puso a desayunar conmigo. No tenía pintas de ser el Crucificado, ese al que algunos revestidos de bondad,  suplican y rezan.  No. Ya de entrada según lo vi pensé: A ver por dónde sale este,  que con semejante día de niebla no puede traer nada  luminoso. En fin,  como de apariciones, y fenómenos extraños voy sobrada seguí a lo mío,  le serví un  café negro como una noche negra y el silencio   se sentó en la banqueta. Un silencio extraño. Un silencio  con ojos de mar dorado. He de decir que  yo pasé un rato fatal, porque  el mutismo en presencia de alguien me pesa como una losa de siete toneladas.  Cuando el aparecido consideró oportuno,  con voz de traidor poderoso ,  me dijo:  mi nombre es Chronos y soy un dios. El dios del tiempo. Y yo:  Ooooooh, el dios del tiempo.  Pues muy bien, y qué.  Qué me querés decir,  boludo que sos un boluudo. Un boludo sin necesidades, ni apetitos, que  igual te da Juana que su hermana y que te pasas la vida mirando crecer la yerba como si nada fuera contigo. No me gustas. No me gustas, dios de  las noches, dios de los días, de las horas, de los minutos, de las lunas, de las mareas, de los solsticios, de los equinoccios…  Dios de los instantes. Estoy de dioses destroza vidas… el hartazgo es tan grande que  no encuentro lugar en mi cuerpo  para señalar hasta dónde estoy de vos. Dios de la Eternidad.  Si hasta los grandes pintores te han representado devorando a tus hijos.  Qué se puede esperar? Poca piedad desarrolláis. Solo siento  el ridículo que hice el otro día hablándote como si me escucharas. Ya debería saber que hablarte a ti  es como gritarle a las nubes. Ay. Humanos somos y tontos nos moriremos. Pobres soñadores de la Tierra precipitados a la Nada.

PD. Todavía no sé a qué vino. Tampoco me interesaba mucho lo que pudiera decirme. Con todo lo que yo le solté para mí fue un «Desayuno con diamantes».